Éramos y Seremos

Mi padre me sostiene de niño, me encuentro sentado sobre su rodilla. La gorra de mi padre le permite cubrirse del sol de la tarde, en ese día de verano en Iguazú. Su nombre es Juan y posee una cabellera marrón como el chocolate, que a su vez acompaña su larga barba. Podría describirlo como un típico hippie que porta una remera negra con el símbolo del OM en su pecho. Sus shorts son color azul oscuro, y según recuerdo estos estaban cargados de pequeños cuarzos, que fue recogiendo a lo largo de su camino por la orilla del rio. El mira hacia el frente sonriente, se nota su felicidad de compartir ese momento mágico conmigo. 

Yo estoy disperso, a primera vista parecería que estoy mirando a cámara, pero mirando con mas detenimiento noto mi mirada levemente hacia arriba. Al parecer algo había llamado mi atención, mucho mas que la catarata que se encuentra detrás de ambos. A pesar de no posar cual modelo, el conjunto me queda pintado. Estoy vestido con un pequeño short y una remera de marinerito que combina con su dorada cabellera, levemente cubierta por un gorrito.

Mi padre me porta nuevamente de niño, esta vez me encuentro subido a los hombros de él. A pesar de mi joven edad, no soy un niño muy pequeño, en ese momento debería tener unos 3 años y debería ser considerablemente pesado. Mis cachetes llenos se inflan al sonreír sobre la altura. En mis mente estoy volando, y no siendo cargado por mi padre, que tras semanas de trabajo se encuentra jugando con su hijo, eso no se notaba. Debajo de mi solo hay un adulto jugando a ser niño, completamente despreocupado de su labor la semana anterior e ignorante de la semana que le espera. Solo esta concentrado en vivir esa felicidad, ese momento único padre-hijo que espera hacer durar para siempre. Sus ropas de entrecasa brillan iluminadas por el foco del pasillo de una pequeña casa, nuestra casa. Conseguida con sangre y sudor de su propia frente. El orgullo de mi padre de poder compartir esto conmigo y nadie mas, lo completa y lo sana, sana el vinculo que nunca pudo tener, hasta poco antes de su muerte, con su propio padre.

Recuerdo la ubicación de estas imágenes vívidamente. El álbum se encuentra perdido entre pilas de libros en una antigua librería, cubierta de polvo y escondida tras el estudio. Las fotos y los recuerdos están ahí. ¿Quién hubiera previsto el presente? El espacio que la adultez causo entre ambos, uniones perdidas tras años y reencuentros entre mi padre y yo, yendo en direcciones completamente distintas. Entrelazados por hilos invisibles, que ahora pueden estirarse a muchísima distancia. Sin embargo, nuestros hilos no se cortan, siguen estando unidos y fuertes como ese primer día. Solo acompañan nuestros movimientos y crecimiento como sus portadores. 


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