Fin del juego

 

El amor es considerado un juego, un simple o complejo duelo de mentes que buscan comunicar sus deseos. La sintonía de estos sentimientos, es tan inestable como un día lluvioso, un enamoramiento puede ser instantáneo o ir poco a poco construyéndose lentamente a lo largo de años de convivencia. Las reglas no están escritas en ningún lugar, por esa misma razón todos juegan a su manera y con quienes desean. Posee una cierta inocencia y picardía, en los ojos de un bebe siendo amamantado por su madre, pero también puede ser una herramienta para la caída de los más grandes, cediendo sus fortunas a sus amantes que conocen solo hace años. La subestimación de su influencia social se vuelve natural, uno tiende a simplemente pensar que cuando se enamora su vida mantiene el statu quo sin mayor variación. Nos mentimos entonces, reflexionando poco y nada sobre lo determinante que es el amor sobre nuestras vidas. El pensar en que compartir con un ser amado implica dejar de lado ciertos deseos personales, no les quita un lugar de existencia; solo les coloca en un segundo plano. Dejamos de considerar el “Yo” como un centro y pasamos a considerar un “Nosotros”. El juego solo tiene distintos nombres para sus jugadores, podríamos pensar que estos se agrupan en 3 categorías: “Familia” “Amigos” “Pareja”. Sin embargo, el mundo moderno nos ha probado que estas categorías tienen sus limitaciones y al ser generalistas, algunos actores quedan mezclados entre ellas. El amigo que es como de la familia o el familiar que se comporta como un amigo.

Eso pasaba por mi mente, mientras mi abogado deslizaba los papeles de divorcio sobre la mesa. Mi ex mujer, golpeaba la mesa pidiendo que lo reconsiderara, que un tropiezo no es caída y que podíamos solucionarlo. Simplemente me apague, me desenchufe de la conversación. Mi interés en seguir jugando ese juego era nulo, a diferencia de ella, se dar por perdida la partida. Como ajedrecista profesional, se cuales movimientos llegan al mate y cuales me exponen a la derrota. Me permito jugar lo más que se pueda sin pedir tablas, disfruto ver todas las posibilidades y cuales son los movimientos que mi adversario toma. Sin embargo, este último movimiento fue jaque mate. Encontrarlos jugando a escondidas en mi habitación, fue el último clavo necesario en el ataúd de nuestra relación. No necesite hacer mucho duelo, la relación murió antes de eso. Intenté que mi rival no perdiese la partida, sin embargo todos los movimientos llevaban al mismo resultado. Al finalizar el proceso extiendo mi mano en señal de respeto, y me retiro, dejando a mi rival observar el tablero y ver como el juego ha acabado.


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